Un París renovado y acabado de estrenar, será el escenario con el que se encuentren los pintores impresionistas como Édouard Manet, Auguste Renoir, Edgar Degas, Claude Monet, Camille Pissarro o Gustave Caillebotte quienes pintarán los modernos equipamientos de los que se ha dotado a París, para convertirla en la metrópolis más moderna del momento, pasando a ser a su vez modelo de inspiración para otras urbes europeas. Esta modernidad dará lugar a la construcción de nuevos bulevares, estaciones de ferrocarril, puentes, cafeterías, teatros, jardines, proporcionando a la ciudad un marcado carácter escenográfico.
Este París moderno y embellecido, fue posible gracias al bagaje cultural que Luis Napoleón traía de su exilio en Inglaterra, al ver con sus propios ojos los resultados del proceso de transformación económica, social y tecnológica, que conocemos como Revolución Industrial, un episodio de transformación que comenzó en este país a mitad del siglo XVIII modernizando la ciudad de Londres. A su regreso a Francia en 1848, es elegido presidente de la Segunda República, y para acometer este ambicioso proyecto de embellecimiento y ornato designa al prefecto del Sena Georges-Eugène Haussmann, un funcionario público al que Luis Napoleón prácticamente le dará carta libre en su cometido.
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